No. Meudon no es París, pero desde la ventana del departamento de Guille po- día verse la Tour Eiffel. El reencuentro se hizo esperar. Aterricé en Beauvais, a unos 80 kilómetros de la llamada ciudad de las luces. Un bus, un metro y algunos pedidos de direcciones más tarde llegó el abrazo. Eso llevó como cuatro horas, pero la emoción de volver a vernos estaba ahí.
Algo raro pasa en estos reencuentros, algo ritual que se repite una y otra vez en cada abrazo con cada persona que formó parte de nuestra vida y que fugazmente vuelve a cruzarse por nuestro camino. Y cuando uno está lejos -de su casa, de su ciudad, de su país, de su lengua- los reencuentros parecen más intensos. En muchos casos, se trata de la ilusión de no sentirse extranjero por un tiempo, o al menos de sentir que en un grupo de tres puede ser mayoría.
Tal como empieza, la visita suele terminar con un abrazo y un "nos vemos pronto", y las ganas de aferrarse al otro como si se tratara del pasado mismo. Y en ese gesto tan pequeño pero significativo, el pasado se siente tan ajeno que ambas personas saben que ya no les pertenece y que, salvo en estos esporádicos momentos, es mejor no mirar para atrás.
Algunas pocas fotos de mi visita a París haciendo click acá.
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